El destino es de los dioses.

A diferencia de lo que nos tiene acostumbrado Occidente en la era posmoderna, los dioses griegos, como otros, incluso actuales, no se movían de acuerdo a la moral de la época. Muchas veces lo hacían impartiendo justicia y equilibrio al universo, pero otras tantas también por motivos narcisistas.

En general los dioses castigaban de distintas maneras pero a veces eran muy prolongados los suplicios que imponían. Otras mandaban a la ruina a toda una ciudad por culpa de un solo hombre. Muy contadas eran las veces en que perdonaban.

Los Heraclidas, descendientes de Heracles. Aunque el país originario de este era el Peloponeso, ellos vivían alejados de esas tierras pensando siempre en volver, aunque sus expediciones eran siempre fallidas.
Un oráculo manifestó que podrían regresar a esas tierras después de la tercer cosecha. Esa tercer cosecha era la tercer generación. Recién Ilo, miembro de la tercer descendencia, dispuso una flota, reunió un ejército. Pero otra maldición callo sobre ellos.
La causa fue que un día vieron acercarse al campamento a un adivino, el cual venía con intensiones amistosas, sin embargo los heraclidas no quería escuchar más profecías de nadie, temiendo escuchar nuevas desgracias. Entonces, cuando estuvo a tiro, lo atravesaron con una jabalina. Craso error. Se levantó una tempestad que dispersó la flota. A su vez el hambre se abatió sobre el ejército.
Desesperado, Ilo, consultó a un oráculo, quien reveló que las calamidades eran efecto de la cólera divina, la cual era el equivalente por la muerte del adivino cuya alma reclamaba venganza. Se agrega que el asesino debía ser desterrado por diez años, y a su vez, deben encontrar como guía de la expedición, para volver al Peloponeso, a un ser que tenga tres ojos. Se expulsó al asesino y más tarde se presentó a ellos un ser con tres ojos, era Oxile, rey de Elide, quien era tuerto y venía montando un caballo. Por fin formaron su flota, la maldición se extinguió, derrotaron a los peloponesios y vivieron felices comiendo perdices.

Idomeneo rey de Creta, nieto del rey Minos, fue un héroe, que sobresalió incluso en la guerra de Troya, tiene que ser jurado en un concurso de belleza que disputaban Tetis y Medea, Idomeneo eligió a Tetis, como tantos, pero esto enojo a Medea, quien era una bruja de lo peor. La cual profirió: “todos los cretenses son unos embusteros” y maldijo a la raza de Idomeneo condenándolos a no decir nunca más la verdad. Dando comiendo a la celebre paradoja de Epiménides con el siguiente argumento “todos los cretenses mienten”, sabiendo que él mismo era cretense. La paradoja de Epiménides, también puede sintetizarse en “Hablo. Miento.” Así lo propone Foucault, en "El pensamiento del afuera". En este sentido, la ficción tal como la conocemos, también queda a prueba.

En muchas oportunidades Poseidón, el dios del mar, también llamado Neptuno en Roma, ha hecho morir de sed a ciudades enteras.

Argos fue atribuida a Hera y no a él. Por tal motivo decidió dejar la ciudad sin agua. Tiempo más tarde Amimone, la más hermosa de las cincuenta hijas del rey de Libia Dánao, acompaño a su padre hasta Argos para que este se adueñara del trono. Así se estableció como rey y envió a sus hijas en busca de agua. Tal vez fue un poco más trabajoso pero no viene a cuenta de este relato. Partió Amimone con sus hermanas y ella se quedó dormida en medio del campo, en eso aparece un Sátiro, quien trató de poseerla por la violencia. Desesperada la joven llamo en su ayuda a Poseidón. El dios se presentó al instante, demostrando que en aquellas épocas el que no tenia fé era por mala voluntad. Repelió al Sátiro con un golpe de tridente, entonces Amimone otorgó al dios lo que le había negado al otro. Asi fue que Poseidón, completamente enamorado de ella le reveló la existencia de la fuente de Lerna para que consiguiera agua. Más tarde y más enamorado, comenzó a agujerear con su tridente las rocas para que el agua fluyera y regara a la ciudad de Argos.

Creso, último rey de Lidia, consultó el oráculo de Delfos para aventurarse contra los persas. La respuesta le pareció auspiciosa: “Si cruzas el río Halys, un gran Imperio caerá”. Traspuso el río creyendo que devastaría al imperio rival... pero el destruido fue el suyo, corría el año 547 a. C.

Fatalidades, maleficios, destinos y sentencias, todos proferidos y escritos por los dioses mostrándose el hombre siempre indefenso a sus caprichos.

Entre maldiciones y beneficios secundarios, algunos, quienes mostrándose inocentes a en sus deseos delegan responsabilidades en su fatalidad a costo de su libertad; beneficios para otros quienes responsables de su deseo son creadores de destino aún a costa de responsabilizarse por sus actos.

Freud a Fliess en junio de 1900 le escribe: “¿Crees que en esta casa podrá leerse algún día una placa de mármol que diga así?... ‘Aquí, el 24 de julio de 1895, se le reveló al doctor Sigmund Freud el enigma de los sueños’”. La inscripción existe –destacando aquel deseo vital– y memora el día de “El sueño de la inyección de Irma”.


“No ahora, ni mañana, sólo ayer, un largo ayer inventado por nosotros para tragar hoy con mañana”.
“Solo Ayer”. Robert Graves

3 comentarios:

  1. Muy bueno el articulo pablo"!!!! las maldiciones de dioses y oraculos me recordaron a la neurosis obsesiva,,, con su instancia superyoica mas que cruel...
    Muy buena la imagen de la pagina,,,, besos
    Marie

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  2. "Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
    y más la piedra dura porque ésa ya no siente,
    pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
    ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

    Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
    y el temor de haber sido y un futuro terror...
    ¡Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
    y sufrir por la vida y por la sombra y por

    lo que no conocemos y apenas sospechamos,
    y la carne que tienta con sus frescos racimos,
    y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos
    y no saber adónde vamos,
    ni de dónde venimos!"
    Lo Fatal. Ruben Dario

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  3. Q buenas las ultimas dos frases! La de Freud como que emociona imaginandoselo a él!

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